viernes, 21 de agosto de 2009

Su sistema podría estar en peligro.(Séptima Parte)

19 de Setiembre de 2008

10:15 Am

El timbre del telefono repico un par de veces más antes de que Federico se despertara completamente. Era un sonido agudo, bastante desagradable, y por un momento pensó que era la alarma del despertador. Se movió en la cama inquieto, negándose a despertar del todo, pero consciente de que tenía que enfrentar otro día de trabajo. Finalmente se levantó, y se dio cuenta de que no era lo que pensaba. Era otro día feriado, lo recordó al instante, asi que se movió rápido para levantar el auricular.
-Alo..?-contestó con voz somnolienta
al otro lado de la línea escuchó una voz muy conocida. Era su padre.
-Hola hijo...espero no haberte despertado-dijo conteniendo una risa.
-No te preocupes, pa. De todas maneras tenía pensado levantarme temprano hoy día-mintió Federico.-¿Como va todo?-
-bien, bien...todo tranquilo por aca...-artiuculo su padre, en un suspiro. Una señal de alerta se encendió en el fondo de su cerebro. Conocía ese tono de voz perfectamente, esa expresión de que "todo estaba en orden" cuando el mundo podía estarse cayendo a pedazos. Por unos instantes, Federico rememoró aquellas escenas de su infancia donde había escuchado a su padre hablarle de la misma manera. Siempre calmo, siempre sereno, sosteniendo esa mirada parsimoniosa como para transmitirle tranquilidad;
tendría unos 7 años la primera vez que vio llorar a su padre; estaban sentados frente a la casa, la vieja casa de campo que lo había visto nacer, alla en San Felipe. No recordaba bien la época del año, pero había llovido con fuerza la noche anterior, y el aire estaba perfectamente limpio. Algunas gotas se descolgaban ocasionalmente de los arboles, mojandole los pantalones. Su padre estaba sentado a su lado, sosteniendo una cuchilla de hoja larga, cortando unos trozos de madera. Tallandolos. Eran esculturas para su pequeña hermana.
Fue en ese momento en que se enteró de la enfermedad. Su padre lo miraba, con una pena infinita escondida tras sus ojos cafés y cansados, y seguía moviendo las manos rápidamente, tallando con fuerza.
y sintió miedo.
por primera vez, sintió terror de ver a su viejo asi, escondiendole algo. Había algo ahi
una oscuridad que parecía tornarse tormenta
y venía sobre sus pequeños hombros. Lo iba a atrapar
se revolvió en su asiento, tratando de escapar, pero sabía que era imposible...cuando su padre hablaba, había que escucharlo. Siempre había sido asi, y probablemente siempre lo sería...era su voz. Firme y serena al mismo tiempo, que lo hacía entrar en un pequeño trance.
es que él sabía tantas cosas...
tantas cosas. Tanta verdad. Una vida llena de experiencia
y para el muchacho era su universo completo

Por eso, no podía siquiera pensar en escapar de ahí.
Su padre lo miró fijamente, mientras tallaba un pequeño elefante de madera
-no te preocupes, Federico. Esta todo bien..nada malo va a ocurrir. No te asustes-y le dedico aquella sonrisa. Esa, precisamente, la que no se le olvidó nunca más y quedó prendida en sus recuerdos.
La sonrisa de la mentira.
Y ese día, sentado junto a su padre en una fría mañana, se enteró que su hermana pequeña no era normal como todos los otros niños. Era especial, era distinta.

Años despues, ahora, escuchando la voz de su padre con ese intento de mentira bien disfrazado, formuló la pregunta que tenia atorada en la garganta
-Es mi hermana,¿verdad?...¿le ocurrió algo...?-
La voz de su padre fue severa
-No seas estúpido, Federico. Nada hay malo con ella. Como se te ocurre andar pensando tonteras, mocoso!!-

El viejo truco del enojo. Federico sabía que se trataba de ella, pero aun asi no quizo insistir en una batalla que no tendría sentido, porque la perdería de todas maneras. Siempre perdía frente a los argumentos de aquel viejo hombre.
-Perdoname, pa. No quise molestarte con eso.- Federico ya se sentía completamente despierto; e inevitablemente en su cabeza comenzaron a dibujarse las escenas del dia anterior. fue como una bomba de imagenes y sonidos; tan repentina que se sintió ajeno a lo que estaba ocurriendo en ese momento. Su cuerpo tembló, sus piernas flaquearon. La muchacha. La muchacha que sabía de su pequeña hermana. Ella se había enterado. Y ahora quizas estuviese muerta, con las ruedas de su automovil marcadas en el estómago
-...si quisieras, claro...sería entretenido, ha pasado tanto tiempo, hijo-continuaba hablando Antonio Hernandez al otro lado del telefono
Federico se sintió despertar por segunda vez aquel día
-¿Cómo? disculpa, pa, pero no te oí bien- le dijo tratando de aclarar su mente
-Federico, ¿por qué no vienes a vernos? tenemos rica comida, tu sabes como son las fiestas por estos lados, especialmente en estas fechas...además la vieja se pondría tan contenta de verte, mocoso, ven a darte una vuelta por aca, ¿qué dices?- su voz se volvió un poco más tierna. Pero solo un poco.
Federico suspiró. Era eso, despues de todo. Aunque problablemente se encontraría con una situación tensa alla en el campo, se los debía. Habia pasado mucho tiempo desde la última vez, y si bien la incomodidad era creciente de acuerdo al paso del tiempo, no tenía excusas sufiecientes como para negarse a aquel llamado de su padre. No podía decirle que no; porque de antemano tenía clarísimo que era una batalla que estaba condenado a perder.

Un par de horas después, se vio a sí mismo arriba del automovil, con ropa ligera, con una sonrisa amplia, conduciendo hacia San Felipe.

(continua)

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