lunes, 10 de agosto de 2009

Su sistema podría estar en peligro.(Cuarta Parte) I

18 de Septiembre de 2008
14:50 pm

La carne continuaba asándose en la parrilla, emitiendo el característico sonido de siseo y el olor que hacía que los estómagos de los comensales crujieran una vez más. Todos estaban de fiesta; se celebraba el día de la Independencia, y era motivo para dejarse llevar por los litros de chicha fresca, las empanadas jugosas, y las ensaladas abundantes y bien condimentadas.
Fernando Acosta llegó temprano, a pesar de no haber sido invitado; pero aún asi se presentó en la casa de su jefe a eso de la una y media, con una buena y cara botella de Merlot, y con su mejor sonrisa.
Augusto Balmaceda lo miró bastante extrañado; pero como Fernando era parte de aquel grupo de personas que le caían bien, le devolvió la sonrisa y se movió a un lado para que entrara en su casa. Recibió el vino muy contento, sobretodo cuando le vió la etiqueta; debía haber invertido por lo menos unos 20 mil pesos en aquel regalo; se merecía aunque fuese un plato de ensalada de lechuga.
Y Fernando entró, se paseó entre los comensales, saludó a un par de conocidos, tomó un plato y se sentó en una mesa un tanto alejada, picoteó un par de papas mayo, y con un vaso de jugo de manzana, esperó a que fuese el momento adecuado para molestar a su jefe.

Augusto Balmaceda irradiaba felicidad; después de la evaluación de buen desempeño de su empresa, tenía motivos suficientes para estar contento. El crecimiento de las utilidades y el aumento de las ventas en el último semestre había sido significativo, por lo que los aguinaldos para los empleados se entregaron sin que significara una merma importante. Augusto tenía edad suficiente para pensar ya en retirarse, pero los ultimos meses había desechado completamente esa idea. Venian tiempos de cambios, tiempos de "vacas gordas" como suele llamarse; y él queria estar ahi para recoger las ganancias. Despues de todo, la empresa había empezado a gestarse gracias a sus buenas ideas, y a su capital como socio capitalista; sin aquello, el sueño que tenía tanto él como su hermano y su cuñado no se hubiese llevado a cabo.

Caminó entre sus invitados, con una copa de vino en su mano derecha, cuando reparó en Fernando, en un rincón de la terraza, que revolvía el plato sin muchas ganas. Parecía bastante nervioso, y a Augusto le llamó la atención. Caminó hacia él, sonriendo, y se sentó en una silla que quedaba libre.
-Fernando- le dijo, sacandolo un poco de su ensimismamiento.
Fernando miró a su jefe, tragando saliva, con la boca bastante seca. El día estaba brillante y no hacía tanto calor, pero algunas gotas de sudor corrian por sus patillas. Sentía la espalda completamente empapada, y problablemente asi estuviera; pero había llegado el momento de hablar.
-don Augusto- le respondió, mientras se sentaba derecho y apoyaba los codos en la mesa-¿Cuanto tiempo llevo trabajando para usted?-.
Augusto sonrió lentamente. -Varios años ya, Fernando, un tiempo considerable, podría decir. Empezaste en el departamento de ventas, como operador telefónico, y ahora ya perteneces a la gerencia de tu área, cierto?-.
- Si, ais es, y me ha ido muy bien...muy muy bien. Quejarme sería de lleno.- y lanzó una carcajada nerviosa
Don Augusto lo miró detenidamente. Sabía que le estaba ocultando algo, no era estúpido, y seguramente ahora era el momento de averiguarlo. Pero como le tenía cierta confianza, lo acompañó un momento en su risa, falsa, solamente para que se relajara.
Fernando carraspeó, y se generó un silencio incómodo entre los dos de un par de segundos.
-Bueno- dijo finalmente- se preguntará usted porque he venido hasta su casa...- y mientras hablaba, sacó de su chaqueta un pequeño sobre; lo depositó sobre la mesa.
Augusto miró el sobre, y casi por inercia, estiró la mano que tenía libre para tomarlo. Fernando lo interrumpió
-En ese sobre hay una propuesta comercial que, tal vez, le va a parecer un poco descabellada, don Augusto. Tal vez piense que estoy completamente loco, pero asi también tengo un respaldo que me dice que será un completo acierto. Es más- dijo Fernando, con un tono mucho más seguro, mientras le brillaban los ojos.-estoy dispuesto a invertir gran parte de mi capital en este negocio, don Augusto. Solamente necesito su aprobación, y claro, su participación; no lo quiero dejar fuera de todo lo que vamos a ganar...- y apuró un sorbo del vaso de agua tibia que tenía frente a él.
Augusto lo examinó calmadamente. Su rostro parecía ansioso, pero seguramente estaba diciendo la verdad. Tomó el sobre y lo abrió. Dentro habian unas 10 hojas tamaño carta, tipeadas por ambas carillas.
-¿Quieres que lea esto, Fernando? ¿Precisamente ahora, que estoy en una parrillada familiar?- le preguntó Augusto, mirandolo a los ojos.
-No se va a arrepentir, se lo aseguro.- le contestó.
Augusto leyó los primeros párrafos, pero rápidamente se detuvo.
-Esto no es viable- le dijo a Fernando- No corresponde siquiera a un área de la que estamos desarrollando actualmente. Puede que sea algo emergente, pero me parece demasiado arriesgado invertir en algo asi, basandose en una corazonada, muchacho.-
Fernando lo miró fijamente, tocandole la mano.
-Se lo aseguro, don Augusto. Le doy mi palabra de que va a resultar. Si usted lee el resto del documento, se dará cuenta que tengo razón. Y puede significar mucho dinero, y no estoy hablando de millones, sino que de mucho más. Para que me crea, estoy dispuesto a hacer algo descabellado.- Y sacó del bolsillo de su pantalón una chequera.
-Tome- le dijo a Augusto, extendiendole un cheque.- Son todos mis ahorros, todo lo que tengo. En total suman 60 millones de pesos, más un prestamo que me voy a conseguir el día lunes por 130 millones más. Todo eso estoy dispuesto a darle, ahora mismo, para que me crea.-

Augusto se movió inquieto en la silla, tapándose la boca con la mano izquierda.-Muchacho...realmente has perdido la razón...-

Fernando le pasó el cheque. -Tómelo, por favor. No me diga nada más.- En su rostro se dibujó, por unos segundos, la expresión de la rabia.
Augusto recibió el cheque. - Te diré que haremos, Fernando. Voy a revisar todo esto con calma, y te tendré una respuesta en los proximos dias. Lo voy a evaluar con detención porque es una decisión que no..-Fernando lo interrumpió en seco
-Hoy mismo, don Augusto. Necesito la respuesta hoy mismo, lo antes posible. Nos quedamos cortos de tiempo.- Y con un gesto rápido, se puso de pie, dejando a Augusto estupefacto sentado en la mesa.

Fernando recorrió todo el espacio del patio en cuestión de segundos, y pronto se vió saliendo de la casa de su jefe. El día seguía siendo brillante, corría un suave viento, y su estómago comenzó a rugir. Ahora le había dado hambre.
Comenzó a caminar hacia su vehiculo, estacionado a un par de cuadras. Todavía mantenía una sonrisa en el rostro. "Lo tiene que ver... lo tiene que creer" pensaba "Y me va a llamar por telefono en un par de horas más, para decirme que si. Y luego, despues de eso, vendrá lo bueno".

No se dió cuenta de la figura que se aproximaba rápidamente a sus espaldas.
-Asi que fuiste tu- dijo una voz
Fernando se dió vuelta, para ver quien le hablaba, y se encontró frente a una muchacha que lo miraba detenidamente, con las manos en la espalda.
-¿Perdón?- le respondió, sin saber que más decir.
-Fuiste tu despues de todo...Yo pensé que había sido Federico...Que hiciste? ¿Le robaste los documentos que le entregué? ¿O él te los pasó bajo su propia voluntad?

Fernando empezó a sentir miedo. Una leve cosquilla en la boca del estómago, y luego se le pusieron las piernas de lana. Era la muchacha, despues de todo. Ahi, frente a él

-No...no se de lo que me está hablando- tartamudeó Fernando.
-Tal vez esto te refresque la memoria.- Y la muchacha sacó una pistola de su espalda, apuntando a Fernando directamente. -Hijo de puta, no sabes lo que estás a punto de hacer. Ahora nos vamos a devolver a la casa de Balmaceda y le vas a pedir que te devuelva todo lo que le diste. Todo, ¿me oiste? y despues vamos a ir a buscar a Federico, para aclarar algunas cosas...¿ Como pudiste ser tan idiota y no darte cuenta?.-
Fernando tenía los ojos llorosos. Sus piernas parecían tener voluntad propia, porque empezaron a moverse hacia la casa de don Augusto. -No me haga daño..por favor..- se oia decir, con una voz temblorosa que le parecía totalmente ajena. Por unos segundos, pensó que estaba sentado en su casa, mirando una pelicula de acción. "Dios, por favor" pensó "Que esta loca no me haga daño, te lo ruego..."

El viento sopló, entonces, un poco más fuerte

(continúa)

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