frente a la imposibilidad de enfrentar el vaivén de los sentidos del tiempo,
se quiso comprometer con el silencio de sus manos arropadas en la esquina
la mañana estaba fresca como rocío de montaña cubierta
y sus pies aún bailaban al ritmo de un cuarteto lejano.
no quedaban en las vitrinas
estandartes de vivo rojo y sentido de reconstrucción.
sus ojos, en la sombra de un árbol de hojas pardas
volaban sobre el intento de recuerdo
los cajones añejados
el respaldo de un bus roto
ya quisiera, entonces, susurrar un nombre al viento.
los nombres siempre quedan ahí
resonando en las cavernas del instante perpetuo.
me imagino, a veces, solo a veces
como hubiese sido su camino
si es que preparase la cena luego de dormir
si es que hubiese empujado los columpios antes de llorar
me imagino, a veces,
sus palabras de enojo y de amor;
como si hubiesen escrito en un muro de color amarillento
sosteniendo los troncos traídos desde el sur
con su musgo de historia y sus tonalidades de tiempos paralelos,
siempre rodeado de una estela
de un sonido que en los labios descansa
porque los nombres
los nombres siempre quedan ahí
resonando en los oídos del recuerdo perpetuo.