Estaba la puerta cerrada,
rebotaba la luz y el color de una nube lejana
sobre el sombrero pardo de lado y redondo
en su canto de boca amplia
que sonreía, que sonreía
el puerto bramaba los barcos de marea baja.
En la puerta juntaban aquellas pelusas del tiempo
los marineros alegres
las carreras de caballos flacos
una nueva brisa desde el Cerro Alegre
las canciones resonando en los parlantes de una memoria casi vacía.
Estaba la ventana abierta, las cortinas
el viento siempre intentando llegar
sus manos estaban tibias, el sombrero seguía cantando
las voces del Cerro Cárcel, entrando a tomar once
que seguían en el corazón de los artistas de cada esquina;
cada vez que cierro los ojos
una gaviota me despierta en silencio.